Discriminación hacia las adultas mayores por apariencia: Día Internacional de la Mujer.
Ana Luisa Nerio Monroy
Área de Análisis e Investigación del Comité de Derechos Humanos Ajusco.
El 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Esta fecha está lejos de ser una fiesta o una ocasión para que las empresas y medios de comunicación feliciten a las mujeres. Su sentido es la reivindicación de derechos; es el recordatorio de las luchas de muchas mujeres a los largo de la historia por ser tratadas con dignidad, respeto y equidad. Los orígenes de la conmemoración se ubican en la mayor parte de las referencias más conocidas en una huelga de trabajadoras de la industria textil de la ciudad de Nueva York (EUA) el 8 de marzo de 1908.
Cuenta la historia que las trabajadoras fueron encerradas por el dueño de la fábrica quien prendió fuego a las instalaciones con ellas dentro. Muchas mujeres perdieron la vida en ese fatídico suceso. Otras fuentes señalan que la conmemoración tiene sus orígenes en la lucha de las mujeres socialistas y que por la Guerra Fría, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), prefirió no entrar en polémicas y retomó el caso de las trabajadoras textiles. El hecho es que esta conmemoración tiene sus orígenes en la lucha de las mujeres por sus derechos; por todos sus derechos, ya sea los laborales (que forman parte de los Derechos Económicos, Sociales, Culturales y Ambientales) o políticos, como en el caso de las sufragistas de diversas partes del Mundo.
Hablar del Día Internacional de la Mujer nos obliga a reconocer que existen muchos tipos de mujeres: indígenas, con discapacidad, afrodescendientes, migrantes, trabajadoras, campesinas, universitarias, madres, solteras, niñas y un amplio etcétera, etcétera. En esta ocasión, y debido al trabajo del Comité de Derechos Humanos Ajusco (en adelante Comité Ajusco) nos referiremos en particular a las mujeres adultas mayores.
Durante el segundo semestre del 2014, el Comité Ajusco realizó una serie de talleres enfocados a acompañar un proceso informativo para mujeres adultas mayores en materia de derechos humanos y no discriminación. Como parte de las reflexiones de esos talleres pudimos constatar que las mujeres adultas mayores se enfrentan, entre otras violaciones a sus derechos humanos, la discriminación por apariencia.
Por supuesto cuando hablamos de discriminación difícilmente podemos pensar en una variable aislada. En la discriminación suelen convergen distintas causales. En el caso de las mujeres adultas mayores la apariencia está ligada a la edad y muchas veces a la condición de salud y discapacidad. De las reflexiones compartidas por una treintena de mujeres adultas mayores logramos concluir que la discriminación excluye, limita o niega el acceso a derechos humanos y que en su caso, la apariencia y edad generaban discriminaciones en diversos ámbitos.
Por ejemplo, la sobrevaloración que se hace de la juventud y su vinculación directa con la belleza, hace sentir a muchas mujeres adultas mayores discriminadas y excluidas ya que por su edad ya no encajan en los parámetros estéticos de una cultura muy mercantilizada. Por otra parte, su edad y apariencia convierte a las mujeres en un “nicho de mercado” en el cual se les quieren vender toda clase de productos para la salud, para prolongar la vida, para no tener arrugas, para verse joven y para lucir bella. La mercadotecnia y publicidad colocan así a la vejez y al envejecimiento como un problema a solucionar, algo vergonzante, algo para lo que hay que buscar cura o al menos algo que la haga ver “menos feíta”.
En otros casos la publicidad fomenta estereotipos o estigmas respecto a las mujeres mayores. Las ridiculiza y las presenta como mujeres tontas, banales o demasiado quisquillosas, amargadas o inútiles. También está la publicidad que las hace aparecer como abuelitas abnegadas, siempre amorosas y dulces amas de casa y cuidadoras de los nietos; cuando muchas mujeres adultas mayores son trabajadoras, activas, creativas e inquietas que lo último que quieren es encerrase en sus casa a tejer (o sí lo quieren, pero también quieren otras cosas).
Varias de las mujeres con las que compartimos experiencias señalaron que en muchos servicios públicos, la discriminación y violencia a la que son sometidas es grave. Desde médicos que se niegan a dar tratamientos porque “ya no tiene sentido, ya está usted muy vieja, ya de ésta no sale…” hasta conductores de transporte público que dicen toda clase de improperios a las mujeres adultas mayores por subir o bajar de manera lenta, haciendo referencia a su edad y a su apariencia de “viejita”. Y ni hablar de la esfera de lo familiar incluyendo la vida en pareja. Varias de nuestras compañeras en el taller señalaron que la violencia emocional y psicológica que se presenta por parte de familiares y parejas es algo muy común, y que por supuesto afecta su salud y vida plena.
Sin duda falta un largo trecho para lograr el ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres. Es necesario considerar que la tendencia al envejecimiento de la población del país nos obliga a repensarnos como sociedad y a generar las condiciones para que todas las mujeres, sin importar su edad, vivan con dignidad.